Beso de feria- Revista RSC

Sonaba Moscas en la casa. No es la canción que yo habría elegido como banda sonora de nuestra relación, pero no pude evitarlo. Tu jefe ponía la radio a todo volumen, y ese era el tema que salía de los altavoces a máxima potencia. Se entremezclaba con el estruendo del tiovivo, los coches de choque y los gritos del gitano, el de las técnicas depuradas de marketing, que para vender su algodón de azúcar increpaba a los paseantes y les amenazaba acercando demasiado el palito de dulce a sus caras.

Te compré un poco de nube rosa, no por miedo a represalias, sino por el placer de ver tus dientes blancos entre sonrisa y mordisco. Por contemplarte, angelito en un cielo de fantasía.

Eras un regalo de allá arriba. Eso pensé. No dejabas de colocarte el mechón detrás de la oreja. Quería creer que era de nervios. Que te ponía nerviosa tenerme delante. A mí, un saco de huesos con la columna demasiado larga y los dedos demasiado finos, incapaces de tocarte entera.

Las luces de los fluorescentes resplandecían en tus ojos. Te teñían la cara de azul, de verde, de rojo. Cuando te pusiste de color naranja te besé. Sonaba Moscas en la casa. Daban ganas de sacarte a bailar lento allí mismo. No daba tiempo, tu receso era breve, debías cubrirle el turno al jefe con las escopetas trucadas. Me regalaste un oso de peluche, tú a mí, porque no conseguí derribar ningún poste ni hacer diana con estos dedos escuálidos y la nula puntería que me caracteriza. Nunca doy una a derechas.

Contigo hice pleno.

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Revista RSC (Relatos Sin Contrato)

 

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