Si vas a entrar en mis bajos, lo primero que debes saber es que necesitas invitación. No puedes colarte ni echar la puerta abajo. No habrá flyers ni porteros mazados, pero intuirás que estás autorizado si lo estás. Si no, no lo estarás. Y ahí acabará todo. Justo en el punto indoloro en el que nada empieza.
Si vas a entrar en mis bajos, asume que estás haciendo una visita al templo donde transcurren mis días. Carne que ha ensanchado y se ha entumecido, que se ha erizado y ha exudado. No pasearás por un receptáculo inerte. Mis bajos están adosados al resto de la cáscara de piel, y debajo hay huesos y músculos. Ninguno se combará ni latirá exclusivamente por tu causa, pero lo harán a tu ritmo.
Si vas a entrar en mis bajos, asimila que no vas a cubrir ningún abismo. Cuando pretendas taponar la entrada y salida, con vocación de antinatural permanencia, será bienvenida tu marcha.
Si vas a entrar en mis bajos, ten claro que no seré tu mamá ni uno más de tus colegas. Seré tu amiga, si eso, pero no la pánfila. No podrás pernoctar aquí en modo hotel, a tu exclusiva conveniencia.
Si vas a entrar en mis bajos, tómate un instante para deleitarte en el tacto, en las uñas, en el cabello. Seremos uno durante un rato. Hay milagros más grandes que ese, desde luego, pero yo aún no he conocido ninguno.
Si vas a entrar en mis bajos, acepta que lloro todos los días. No porque el mundo me apene, sino porque estoy viva. En caso de que busques un afluente poco caudaloso o un lineal desierto, es mejor que cambies de paisaje.
Si vas a entrar en mis bajos, te informo: me tatuaré un trozo de ti con tinta invisible. Y otras veces flotarás en palabras, seco el líquido negruzco de tu ser en mitad del folio blanco. No conozco la privacidad, sino la intimidad de la lírica.
Si vas a entrar en mis bajos, que sepas que sangro. Una vez al mes, varios días, y cuando me cortas. Procura no rasgarme, aunque aventuro que será imposible.
Si vas a entrar en mis bajos, aprecia que solo aprecio a quien lame mi sangre, o al menos, a quien es capaz de verla. Aunque me cubran varias capas de ropa.
Si vas a entrar en mis bajos, siéntete afortunado. Tanto como lo seré yo en el momento en que lo hagas. Y cuando destroce una canción con mis desafinadas cuerdas, ríete. Si te aprieta muy fuerte el nudo en la garganta al ver una peli de dibujos, yo me reiré. Y si nuestras risas coinciden en el espacio-tiempo, quizá juntos hayamos operado el segundo mayor milagro.
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Si vas a entrar en mis bajos, olvida todo lo que te he dicho.
No tienes por qué saber mis verdades y mis mentiras.
Acuérdate solo de ser valiente para descubrirlas. Las tuyas propias.
Me ha encantado Andrea. Sensibilidad, valentía y buena pluma. Llegarás alto
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