Yo dejaré de protestar
cuando vivamos en un mundo
en el que un niño pueda
ver una teta en la playa
sin distinguirlo de un trikini
[capas y capas.
Cuando los padres no le prefieran
una novia rubita y cristiana
a una punkarra rapada
a un buen mozo moreno
[o a todos ellos, en amor y compaña.
Yo dejaré de protestar
cuando los profes atiendan el talento
en lugar de ahogarlo entre tablas.
Cuando el boli rojo sea verde,
verde esperanza.
Cuando la vida ya no nos dé miedo
y paremos de transmitir el ansia.
En ese instante yo recogeré mis libros
empacaré libretas, bolis y escuadras
y haré maletas para mudarme por fin
a una isla, descalza.