(Mortal se arrodilla)
—Oh, Oh de Ohráculo, dime. Cómo puedo hacer para parecer más delgada, qué secretos esconde el espejito, espejito, para que sea «yo» la respuesta. La más guapa, la más, la másmemiconmigo. Qué digerir y qué vomitar, si es mejor subir escaleras o pisar cabezas para fortalecer glúteos, cómo estirar la pata, si se lleva el blanco o el negro en la blazer y dónde tirar la basura, si al verde o a todos los colores. Líbrame del mal, y de paso, de tantos ARGGG de papel maché, que consuelan si no recaen sobre mí. Soy Mortal, Ohráculo, y a veces flaqueo en el empeño de ser la más, lo más, y aquellos a los que admiramos están ahí de iconos sagrados para poder vapulearlos, tirarles piedras, quemarlos en la hoguera. Necesitamos que existan para poder cargárnoslos, porque de otro modo, ¿con qué soñaríamos por la noche?
(Ohráculo suspira)
—Oh, Mortal. Querida pagana, alma errante y presuntuosa. Si quieres saber la verdad, si ansías conocer los secretos más recónditos del universo, la piedra filosofal de la salud y la belleza, la equis de la vida eterna…
(Mortal saliva)
—… si deseas eliminar todas las toxinas de tu cuerpo y mente, purificar el espíritu, hacer una cura real de dentro hacia fuera…
(Mortal se atraganta con saliva)
—… y comprometerte con tu ser, cuidar de ti como lo que eres: tu propio hogar…
(Mortal frunce ceño. Estaba pensando en batidos de proteínas, agujas y bisturíes, no en nada de esta mierda esotérica)
—… te diré –escucha bien, asquerosa Mortal- que no podrás solo parecer más guapa, sino empezar a serlo de verdad.