‘Reciprocidad. Esquizofrenia’- Ensayo

La reciprocidad es eso. Es justo eso.

Es ese fallo del sistema, una milésima de segundo, una parada rápida a comprar chicle, un saludo a alguien conocido, por el que llegamos al portal a la vez. Es esa mirada que se cruza. Es ese traspiés necesario para acompasarse.

La reciprocidad no es lo que lo desencadena, es el lapso de tiempo que dura esa mágica conexión. Paso a paso, paso a paso. Los cuerpos encajan y las energías fluyen en el mismo sitio, hacia el mismo lugar. Lo de fuera no importa, solo es un pretexto para entretenerse. Podrías ir a un estercolero y sentirte igual. Así. Así de…

La reciprocidad debería ser un derecho fundamental de todo individuo.

No deberían robárnosla. No debería apagarse. No debería perderse. No debería diluirse. No debería extinguirse. No debería desaparecer. No debería abandonar el receptáculo, y sobre todo, no debería permitirse que el receptáculo siguiera por ahí vivito y coleando sin contener esa reciprocidad. Nunca más.

La eternidad del instante. Já.

Cartas que nunca se envían. Para qué. De qué. De qué sirve todo esto.

 

La mente se dispara y se desconecta. Ahora sí. Ahora sí que hay un fallo del sistema: el sistema ha entrado en la norma. Caos y desencuentros.

 

Porque tristemente, por encima de la reciprocidad hay un valor supremo:

La individualidad. El derecho a la individualidad. El derecho a los propios pasos. A los propios ritmos.

Pero entonces, ¿cómo lo haremos para caminar juntos? ¿Nos abandonaremos al azar, dejando los cuerpos inertes a la corriente? Hojas, ramas secas; somos solo seres vivos muertos por culpa del raciocinio. Lo que antaño nos sacó de las cavernas nos está metiendo de nuevo en una cueva, en una caja, en una puta jaula de soledad y valores y pretextos. Dónde está lo de perderse en unos ojos, dónde.

No, mejor me apunto a la piscina y pago cincuenta euros. Para sumergirme en alguna parte, mejor en mí mismo. En mi psicoanálisis y en mis clases de idioma extranjero para seguir conjugando pronombres personales: yomemiconmigo. Detente ahí.

Nunca pasamos al nosotros. Nunca un plural en el que merezca la pena quedarse.

¿No es de locos? ¿No es de locos que solo podamos pedir un pasito de mierda a la par y tres segundos de mirada? ¿No es de locos que haya que aprender a vivir en soledad, defendiendo el espacio propio con uñas y dientes, cuando nos morimos por tres segundos más de abrazo?

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