He empezado a escribir esto como siempre: en la cabeza.
Cuando el monólogo era insistente he terminado de tender las sábanas por cada superficie elevada -mi casa parece una tienda de campaña improvisada en un cuarto infantil, lo cual es tan bonito que me da ganas de llorar- y todas las bragas en el tendedero; he puesto la música más deprimente y reconfortante que he encontrado en las sugerencias de Spotify de esta semana y me he sentado aquí con la media colilla que quedaba del mediodía.
La musa manda, yo obedezco. Cual gregaria.
La gente siempre se confunde con las tildes. Dicen «cuál gregaria», y no saben que así es pregunta. Qué gregaria, si esa o aquella o la de más allá. Pues esta. Yo. Esta gregaria.
La gente no sabe que han eliminado las tildes de los pronombres demostrativos. Este, ese, aquel. Todo sin tilde. Y lo mismo, con la palabra «solo». Solo, ahora, está siempre solo. Sin tilde. Sea: dame solo un beso o sea: estoy solo.
Estamos construyendo un mundo sin tildes. Sin diferencias.
Y a mí quien mejor me conoce es mi Spotify.
Quizá por eso la musa me haga llorar al ver las sábanas tendidas en plan tienda de campaña. Por eso y por un recuerdo generado hollywoodiense, que nunca protagonicé en realidad, en el que estoy tumbada en el suelo mirando unas estrellitas de stickers pegadas en el techo de la tienda de campaña en cuestión. Me acuerdo que hubo una etapa en la que decían que los stickers que intercambiábamos en el patio del cole tenían droga por detrás. Había quien -sin tilde- los tiraba y había quien los chupaba con ahínco.
Yo no voy a decir de qué grupo de personas era. O soy.
Porque en realidad no sé. No sé de qué grupo de personas soy. No sé qué opino de casi nada, todo me parece cada vez más relativo. Solo -sin tilde- estoy un poco cansada. Eso lo digo mucho. Estoy cansada.
No escribo ni publico cosas para dejar de estar cansada. Es como que ya hasta renuncié a eso. Solo -sin tilde; vale, ya paro- quiero soltarlo.
A veces, cuando sueltas las cosas en el aire la gente se siente legitimada para clasificarlas y meterte en un grupo. Te dicen que tú eres así o asao. Y tú ok. No habría problema si no fuera porque se te acumulan las etiquetas y los conceptos y las teorías. Y si eres de digestión lenta, como yo, pues luego toca excretar largamente. Esto no era una imagen escatológica. De verdad que no. A veces me salen cosas que no pretendo… en fin.
Hace no mucho la persona que más he querido en mi puta vida me dijo que ahora mi personalidad está muy polarizada. Eso me dijo. No sé qué significa eso. Me suena a gafas de sol. Polarizadas. Es que no sé qué es. Me ha dado pereza buscarlo en Google. Porque soy de digestión lenta. Que si yo fuera otro, pues plin, pero yo no sé hacerlo. Aunque estoy aprendiendo. De verdad que sí. A fumar menos, a airear las ventanas por la noche, a lavar las sábanas aunque no vengan invitados. Para cuando vengan. A veces vienen.
Es lo máximo que puedo pedirme. Si tengo que ser leal a la jefa, a la musa, y sentarme aquí obedientemente y contar cosas que ni siquiera sé si quiero contar. Si pudiera, me diluiría como sujeto para dar todo el espacio a la escritora. Lo más interesante siempre es aquello que tengo que callarme. El transcurso de mi vida se ha convertido en un lento tic tac -que cada vez se acelera más- hasta el momento en que detone todas las bombas y me cargue el transcurso de las vidas de alrededor. Quién va a querer a una bocas semejante. Con una personalidad tan polarizada.
Yo qué sé. Yo es que no tengo opción.
Me siento aquí con mi media colilla y hasta se me olvida fumarla con el ritmo de las uñas largas sobre las teclas.
Qué le hago. Si esto sabe a sosiego y a verdad y a realización.
Podría hablar más, pero es que estoy harta de oír mis palabras en el aire; y lo peor, que a veces me las devuelvan con esas pegatinas encima, con esos stickers con droga.
Podría guardármelo para mí, pero mi casa es pequeña y está llena de papeles y de sábanas con olor a flores y a sueños.
Así que es un hecho:
inauguro Confesiones.
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El nombre no es cosa mía, es el nombre que tenía que tener. Si hubiera podido elegirlo, no habría llamado a este nuevo bloque creativo igual que la serie televisiva de Erika Lust, la famosa directora de porno para mujeres.
O quizá sí.
Quizá yo también chupaba los stickers. Aun cuando mi personalidad no estaba «polarizada». Ni siquiera llevaba gafas de sol por entonces. Mi personalidad vagaba libre y salvaje. Sin que nadie dijera ni mu ni a mí me importara una mierda lo que dijeran. Sin que existieran manuales de conducta todavía.
Deberían hacer un cursillo de Interrelación: nivel Básico, Medio y Superior/Avanzado. Podrían explicar cómo reírse de chistes que no tienen gracia, cómo apartar los tomates de la ensalada sin que el anfitrión se ofenda y cómo practicar bien sexo oral; en ese orden.
Lo que pasa es que si impartieran ese curso, yo no iría. Siempre me pasa lo mismo. O me bajarían la nota por estar todo el rato hablando con el de al lado.
Me gustaría ser una de esas mujeres elegantes e irreprochables, con las piernas cruzadas una sobre otra y a la vez entre sí, arqueadas en diagonal sobre el suelo, con grandes pamelas y delicados guantes de seda.
Pero me aburriría muchísimo.
Yo no elijo lo que soy ni lo que hago ni cuándo me visita la musa ni qué me dicta ni qué opción es mejor para mí. «Yo», como tal, no existo.
Solo pienso que Gata Cattana existió y que yo la he descubierto cuando ya está muerta. Es muy injusto. No quiero tener que morirme ni que tacharme. Seguro que habrá espacio para salir de mis sábanas, de la tienda de campaña. Quizá, para envolverse en ellas con alguien cual -sin tilde, la última, lo juro- rollito de primavera.
Y así, esperar a que el sol vuelva para quedarse. Aunque siempre acabe por irse, que vuelva. Que se quede. Una temporada. Que nos tueste. A fuego lento. Del infierno. Puede. Quizá. Para cuando arda el mundo, que me pille en esta cama alta con sábanas limpias. En compañía. Eso sería maravilloso. En silencio. Eso sería incluso mejor. Pero no puedo prometerlo. Cuanto más me callo, más escribo. Un chorreo.
Confesiones.
Holi.
Ahora sí puedo fumar.
¡¡Uffa!! Debe ser impresionante conocer como se fueron armando las ideas en la cabeza hasta terminar articuladas en esta entrada. Me he sentido identificado con tus confesiones (confusiones, ¿tal vez?) y si en algún rato para las próximas hace un falta un medio café para esa media colilla… lo tengo a la mano. Y el estilo de escribir es de aquellos que se dejan leer. MI aprecio: @Zavala_Ra
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