‘A la verdad soñada’- Lofletter #7

Aquí estoy, casi un año después, con la misma canción de fondo. Las diferencias, con todo, son muchas. Por entonces no había casi nada: una chaise-longe en lugar de mi sofá de dos metros. Ni cocina siquiera. Comía todo fresco, todo frío. Me daba miedo apagar la luz y cogí la costumbre de dejar el farol encendido. Una vez te lo dije: el techo está tan cercano que me siento muy próxima a la muerte. Como en un ataúd.

Desde entonces, cuántas cartas te habré escrito. Cuántos folios en Word, párrafos en WhatsApp. Videos bailando, enseñándonos las casas. Y el cuerpo. Enseñándonos el cuerpo.

Siempre te sentí un boomerang.

No sabía que solías volver, pero luego lo aprendí y lo di por hecho. Por eso nunca terminé de cerrarte el libro. Eran solo capítulos. Uno tras otro. La trama más interesante. Porque además, era real.

Tú eras real. Yo era real. Éramos reales.

Y nos veíamos. Yo te veía. Tú me veías.

O eso nos decíamos.

 

Luego dijiste otras cosas. Por ejemplo, tú no sabes quién soy yo. A estas alturas. Me sonó a bu, soy malo. Porque además, sábelo: lo sé. Sé quién eres. Yo sí te he visto, aunque tú a mí no. Y aunque creas que me faltan todos los datos, los oscuros, no es cierto. Yo sé cosas que tú no me has contado. No estoy ciega, aunque haya andado muda. Tampoco es que te haya importado, pero me he vuelto muda porque me estabas envenenando por dentro. Me silencié cuando agoté la última palabra. No quedaba nada por hacer: era desaparecer, desintoxicarme, o pegarte con un martillo en la sien hasta que desaparecieras tú, o intoxicarte con la pócima de la verdad para que por fin lo escupieras. Vamos, dilo. Dilo, joder. Di: no te quiero, nunca te he querido. Te lo has inventado. Te he mentido.

Porque tú, cabrón de mierda, lo dijiste. Lo dibujaste luego con los dedos en mi espalda. A medias.

Y me he preguntado, en barrena, si el amor puede fingirse. Si necesitábamos litros de alcohol para aguantar el roce más de quince minutos, en un silencio absoluto que no necesitaba añadidos. ¿Puede fingirse la piel? ¿Esa sonrisa tuya era un poquito de eme? ¿Y tu abrazo soñoliento, mimo de koala?

¿Y yo mirándote a lo lejos, extrañada de no tener ganas de escapar hacia ninguna parte? ¿Y esa sensación, estrenada de nuevo, de poder morirme en paz con alguien dentro?

¿Se puede falsear eso? No querer dinamismo ni movimiento ni nada que perturbara un ahora que se consumió rápido.

No querer siquiera el futuro. No, ni siquiera contigo.

Porque tú dijiste, no me conoces, pero yo ya sabía lo que ibas a hacer. Porque te conozco. Esto es, volver a pegarme un puñetazo en la tráquea. Cuanto más cerca, más lejos. Siempre ha sido así. ¿Qué otro final íbamos a tener?

 

Si escribo esto no es por ti. Es por mí. No eres tú, soy yo.

Es que me queda la última arcada. Y yo vomito así. Lo suelto al mundo y cierro el libro.

Te lo mandaría, pero ni de coña. No te mereces más palabras, ni más energía mía. No te mereces todas las gracias que te he dado porque jamás hiciste ningún esfuerzo por aproximarte. Soy bien consciente de que no ocupo espacio en tu interior, probablemente nunca ocurrió. Yo acepto mi parte de culpa en este dolor pasado, pero otra porción es tuya. Jódete y quédatela, te la devuelvo. Tú me mentiste. Se te calentó la boca a ratos, o los dedos. Tú sabías en qué campo estabas jugando. Y jugaste y jugaste y jugaste y jugaste sin mirar, a ciegas, retirándote cuando el juego se volvía serio.

Yo solo quiero hacer las paces contigo; me encuentro con tu sonrisa nueva, intacta, fresca. Para ti no hay nada que perdonar. Porque no hay nada.

Entonces, ¿el amor se finge?

Debes ser el mejor actor del mundo.

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s